THE SCRIBBLER


This is a personal collection of poems, short stories and essays that I have written. They are about life......people.....love...... I will post my poems and other short stories from day to day, whenever my muse pays me a visit. Sometimes the work will be in English, and sometimes it will be in Spanish. My muse is also bilingual.

Esta es una colección personal de poemas, cuentos cortos y ensayos que he escrito. Hablan de la vida.......la gente......el amor...... Colocaré mis cuentos y poemas de día a día, cuando mi musa decida visitarme. Agunas veces el trabajo será en inglés, y algunas veces en español. Mi musa también es bilingue.



domingo, 20 de julio de 2008

HOTEL ALCAZAR

Estaba muy emocionado después de bajar del bus que nos llevó hacia la costa. Mi tía y yo habíamos emprendido aquel viaje desde la ciudad para ir a conocer en donde habian transferido a mi tío. Habré tenido quizas doce o trece años, no recuerdo muy bien, pero lo que si recuerdo como si fuera ayer es la emoción que sentía.
El calor era castigador y hasta el aire que se respiraba estaba que hervía. Nos detuvimos en una champa que habían arreglado como comedor, sin paredes, solo vigas irguiéndose para sostener el techo de palma seca. Unas mesas largas de madera desnuda con bancos que corrían a la par y que servían de asientos. Ella pidió sopa de pescado para almorzar y unas guacaladas de horchata, que eran más hielo que horchata. Apenas nos trajeron la sopa pude observar para mi asombro la cantidad de zancudos aterrizando en el plato de sopa, como aquellos aviones kamikaze que solían suicidarse estrellándose contra los barcos enemigos, los zancudos emulaban aquel acto de guerra.
Luego que terminamos de almorzar nos dirigimos hacia el centro recreativo en donde mi tío era el administrador. Mi tío solia trabajar para la Cooperativa Algodonera y luego de desempeñarse como jefe de patio, lo transfirieron a ese lugar que la Cooperativa habia comprado en la costa como un lugar de recreación para los empleados. Era un edificio realmente precioso, con todos los lujos habidos y por imaginar, piscina grande por supuesto, y en las habitaciones, aire acondicionado y camas box spring.
Esa noche me costó dormir, no solamente por lo frío del cuarto y lo suave de la cama, sino también porque mi tío me habia dicho que íbamos a ir a atrapar caballeros en la madrugada. Asi fué. Como a las cuatro subió mi tío y me dijo:
"¿Estás despierto?".
Me senté en la cama y le contesté: "Sí".
"Vamos pues" me dijo.
Bajamos al primer piso y caminamos hacia la playa.
"No hagás bulla y mirá" susurro.
Durante la noche el mar se recoge y el espacio que sirve de playa es mas amplio. Bajo la luz de la luna pude ver docenas de aquellas curiosas criaturas, delgados cangrejos, esbeltos, irguiéndose en dos patas y caminando para atrás, en movimientos súbitos para luego detenerse y permanecer estáticos. Para después salir corriendo e irse a esconder a los agujeros que ellos habían hecho en la arena. Eran los "caballeros", nombre dado a aquella variedad de cangrejos que solían salir a la playa a esas horas de la madrugada. Nos acompañaban un par de empleados de seguridad y fueron ellos realmente quienes se dieron a la tarea de atrapar a aquellos pobres animalitos los cuales terminarían sus días siendo escoldados vivos a la mañana siguiente.
Mientras se cocinaba el producto de nuestra cacería nocturna, mi tío y yo nos acercamos a la orilla de la piscina ; se nos acercó uno de los empleados de seguridad. Mi tío lo llamaba "el macho"; era un hombre algo mayor, de piel morena oscura y un semblante áspero. De sus brazos y manos protuberaban las venas que apenas se distinguían por lo denso de su vello. Ese hombre siempre cargaba una pistola metida en la cintura de su pantalón.
Los tres estábamos parados hablando algo, cuando mi tío le sacó la pistola de la cintura al macho, y alargando su brazo, la apuntó contra mi sien. Sin razón alguna y sin explicación hasta este día, súbitamente mi tío movió su brazo apuntándole a las palmeras que estaban al frente, al otro lado de la piscina, y descargó aquel revólver con un trueno estrepitoso que resonará en mi memoria hasta el día que muera. De inmediato el arma se soltó de su mano y cayó al suelo. Mi tío estaba más blanco que una papa, y con voz entrecortada le gritó al macho: "No les he dicho que durante el día mantengan esas mierdas descargadas, grandes cabrones!".
Esa tarde mi tía y yo nos fuimos a esperar el bus al otro lado de la carretera para regresarnos a la ciudad.
Cuando me senté en aquel asiento caliente a la orilla de la ventana y el bus arrancó para llevarnos, volví la cabeza para quedarme viendo aquel edificio al cual todavía no le habían quitado el rótulo anterior, y que leía: "Hotel Álcazar", el cual desapareció detrás de la polvadera.

FIN

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