THE SCRIBBLER


This is a personal collection of poems, short stories and essays that I have written. They are about life......people.....love...... I will post my poems and other short stories from day to day, whenever my muse pays me a visit. Sometimes the work will be in English, and sometimes it will be in Spanish. My muse is also bilingual.

Esta es una colección personal de poemas, cuentos cortos y ensayos que he escrito. Hablan de la vida.......la gente......el amor...... Colocaré mis cuentos y poemas de día a día, cuando mi musa decida visitarme. Agunas veces el trabajo será en inglés, y algunas veces en español. Mi musa también es bilingue.



martes, 9 de diciembre de 2008

UNA NAVIDAD PECULIAR

Quizás esa fué la única navidad que yo recuerdo a perfección. Talvéz porque fué la única ocasión en que la mayoría de mi familia se había reunido en un solo lugar para pasar el veinticuatro. O quizás debido a todos los acontecimientos que sucedieron y que siempre recordaré.
Tenía quince años y ya teníamos casi un año de vivir en Usulután. A mi tío lo habían transferido a "La Carrera", que era la cooperativa algodonera de la región. Fué mi primer año también que yo trabajé ahí como vigilante de báscula. Mi trabajo era ver que los peones se bajaran del camión mientras se pesaba y que no se pararan en la báscula, e inspeccionar debajo del vehículo para ver si no habían puesto vigas de madera para aumentar el peso total de la carga y que luego botaban una vez adentro. Supuestamente y de acuerdo a mi cédula de identidad yo tenía dieciocho años y ya era mayor de edad para trabajar. Recuerdo que para obtener aquel documento, viajamos hasta Concepción Batres, un pueblo en las afueras de Usulután, para visitar al alcalde de aquel lugar quien era muy buen amigo de mi tío, y quien no vaciló dos veces para extenderme la cédula.
Ese año fue también cuando tuve mi primer novia, Ana María, la hija del dueño de la casa en donde mis tíos alquilaban. Era una hermosa joven con sus frescos quince años, de piel clara y ojos un poco achinados que hicieron mi piel temblar en mas de una ocasión. No delgada sino rellenita en los lugares adecuados en donde me perdí más de una vez. Con una personalidad muy amigable y casi siempre sonriendo, ella mantuvo mis hormonas en línea en aquellos años de mi adolescencia. Recuerdo una noche luego de un baile, al caminar de regreso a la casa, ella me pidió que nos detuviéramos a platicar en una calle un poco desolada. Yo con toda la pasmadencia de mi tierna edad no había deducido para que nos habíamos detenido, y luego de una plática sin importancia, Ana María me miró a los ojos y me dijo:
"Dejémonos de tonteras." Y me besó en la boca. Desde aquel momento me sentí el cipote mas feliz porque ya tenía novia y estaba enamorado. Ana María formó parte de mis próximos años hasta cuando me trasladé a la capital a estudiar. Ella estudió en un tecnológico en San Vicente y yo viajé varias veces desde la capital hasta aquella ciudad para estar con ella. Otro episodio fue encontrarnos de casualidad en la capital, luego de varios años y sin ya no ser novios e ir al cine Libertad en donde no fuimos a ver ninguna película.
Esa semana del veinticuatro toda mi familia arribó desde Zacatecoluca, la ciudad de donde éramos originarios. En esa época todavía estaba de pie el Puente de Oro que atravezaba el río Lempa, y el cual en un futuro sería destruido por potentes cargas de dinamita un treinta y uno de diciembre, como parte de la guerra civil que azotaba al país en aquel entonces.
Habian llegado mi tía Tancho y su marido, don Luis Guzmán, hombre agobiado por su enfermedad del corazón, y por lo cual él se cansaba demasiado al solo dar unos pocos pasos. Condición que le costó la vida algunos pocos años después. Don Luis no era muy bien visto por algunos de mis parientes porque decían que él le había enseñado a tomar a mi tía Tancho; un vicio que ella acarrería por muchos años.
Mis padres y mis dos hermanos también habían llegado para la celebración. Mi madre estaba triste porque había dejado a mi abuela, Mamá Rosa, quien no había querido ir.
Un día de esa semana estábamos afuera en el barandal cuando oimos un bulla en la esquina de la cuadra.
"Un matado! Un matado!" alguien gritaba.
Nosotros los varones salimos corriendo a ver adonde era y al doblar la esquina vimos el montón de gente casi en la otra esquina, haciendo un círculo y viendo lo acontecido. Llegamos y nos incorporamos a la plebe para ver aquel macabro espectáculo. En el suelo yacía un hombre muerto, estaba boca arriba y todavía tenía un azial atado a su muñeca. Su piel estaba blanca como la nieve. Alguien lo había derribado de su caballo de un machetazo en el estómago. Lo supimos porque un pedante le levantó la camisa con un chilillo y pudimos observar entonces parte de sus intestinos. Al caer del caballo el asesino lo había rematado con un machetazo en la garganta que casi lo decapita. Su cabeza estaba arrescostada en unas piedras y se podía observar aquella inmensa herida como una caverna que casi le había cortado la cabeza.
Aquella noche algunos de nosotros no cenamos porque habían preparado fideos para comer y no sentimos mucho apetito.
Siempre guardaré aquella semana de navidad en mi memoria por los hechos acontecidos y por la familia reunida. Ah! Y antes que se me olvide, aquel veinticuatro comimos pollo, estrenamos y reventamos cuetes.

FIN